Entramos a su cuarto.
Huele a él, desde que abres la puerta. Enorme, comparado con
la ratonera que es el mío, donde apenas caben una cama de plaza y media y cinco vestidos en el armario. Éste guarda tantas cosas como recuerdos caben en la
memoria, como eventos puedas evocar.
Una cama de dos plazas, sin cabecera. El cubrecama del mismo
gris de la pared del fondo y un par de cojines rojo y negro. Me gustó ese
detalle. Una estantería en la pared con metros de cds y un equipo de sonido de
esos antiguos, con cd player, parlantes y otros aparatos que no sé bien qué
son. Algunas pelis por ahí, todas piratas -que reconocí por las bolsitas
transparentes- y una tele de catorce pulgadas -¡catorce pulgadas!- sobre un
rack. Está estratégicamente colocada al
centro de la pared para verla desde cualquier rincón del cuarto, me dice. Con binoculares, claro, apunto.
Sonreímos.
Libros al lado opuesto de la cama: economía, cuentos, poesía,
política; en diferentes idiomas y tamaños, viejos y nuevos. Un lindo escritorio
de aluminio y vidrio y sobre él útiles por montones; papeles a medio escribir a
lápiz, un reloj pulsera, monedas, un sinfín de cosas. Al lado, un estante que alberga
más libros, fólderes, revistas y otras chucherías. Toda una Cachina.
No hay cuadros en las paredes. Sólo una gran ventana, que le
pido cerrar -para sentirme más cómoda-. Prende el equipo, pone música suave, me
parece que de su época -para relajar el ambiente, supongo-. Me pregunta si
quiero agua, un trago, un dulce, algo. ¿Un dulce? Sonrío levemente. Al
instante, conteniendo la respiración y achinando un poquito los ojos, como
extrañada, muevo negativa y casi imperceptiblemente la cabeza. Deja las llaves del
auto y su billetera sobre el escritorio. Aprovecho para hacer un tres sesenta
rápidamente. Voy confirmando algunas cosas que me había contado y entendiéndolo
un poco más. Me mira, me invita a sentarme con un gesto gentil y tímido de su
brazo. Nos sentamos en la cama. Hace rato que nos miramos y nos acariciamos las
manos. ¿Estás bien?, pregunta. Normal, sí, respondo. Hace rato que
temblamos. Anda, ¡bésame ya!
©LevAlbertoVidal/2016