lunes, 14 de enero de 2019

MI PRIMER BESO

    
                                                      foto: LevAlbertoVidal/Curitiba2019


     -Estábamos bailando Love so right, ¿recuerdas ese tema? 
     -Temón, comparito, los Biyís… Ya, ¿y? 
     -Ya habíamos bailado otros lentos y movidos, así que había un clima bacán. Y claro, era más que obvio que los dos queríamos. Pero en esos años, las cosas eran diferentes, como recordarás. Había que declararse a la chica, decirle que le gustabas, preguntarle si quería ser tu enamorada… 
     -¡Paja esos tiempos! 
     -Sí brother, ese feeling ya no existe… 
     -¡Sigue contando, pe! 
     -Ya bueno. Le caí, pues. Le dije que desde hacía tiempo me gustaba, que la recordaba durante la semana, en el recreo, en la clase -tanto que un par de profes me hicieron roche en el salón-, en casa viendo tele -y mamá me decía oye cierra la boca- y finalmente le pregunté si quería ser mi enamorada. Dijo que sí y nos besamos. Puta, que rico beso… Si ya su perfume me tenía huevón, ese primer beso fue el clímax. Tú que vas a saber pues, si nunca has chapado así… 
     -Calla huevón! Sssss, tengo pa enseñarte… Jajajaja! ¡Salú!
    -Oye, esos labios compadre… qué carnecita más rica, qué boca tan mojada, qué lengüita tan golosa… y luego esos cachetitos tan gorditos y suavecitos… Uy, suavecito me resbalé hacia su oreja izquierda, como explorando el lado que no se ve de la Luna… y la abrazaba un poquito más fuerte y iba subiendo más mis brazosacaricié sus orejas con mis pulgares y la miraba hecho un imbécil y ella echó la cabeza para atrás y cerró los ojos, brother, y le zampé otro beso y ella me devolvió unos arañoncitos en la espalda… Asu, no sabes… yo estaba sorprendido, no imaginaba mi cuerpo reaccionando de esa manera, con tanto cariño, sin morbo, ¿puedes creer?… 
     -Yo sé, compare, así me templé de mi ñori 
     -Mira cuántas licencias te daba una declaración; antes de eso, nada…  
     -No me cambies de canal, pe compare… 
     -Bueno, y nos hicieron un rochesazo porque la canción ya había terminado y nosotros seguíamos bailando, este… bueno, es un decir, ¿no? Estábamos en medio de la sala y la gente uuuuuuuuuuu, metiendo chongo, nos prendieron la luz y ella con la cara roja pero ahí a mi lado brother, no se refugió donde las amigas… En fin… ¿Cómo vas a hacer eso ahora en una casa? No way, brother 
     -Menos tú, guón, que te computas el finuri…  
    -Oe, suave oe, yo toda la vida he sido un caballero… ¿O no te acuerdas que las mamás de mis amigas decían “ay, qué lindo es el Cholito, ¿no?, bien educadito es”  
     -Jaja… sí, claro, educadito… 
    -En aquella época era flaco, ¿te acuerdas?, usaba una peluquita escondida debajo del cuello de la camisa mientras estaba en el colegio y me la soltaba apenas salía. Un montón hacíamos eso. Los jeans, apretados arriba y unas campanas enormes abajo que tapaban los makarios, ¿te acuerdas que usábamos makarios? Taco ocho, creo, unas tabazas. Felices los chatos, jajaja. Bueno, cualquiera, ¿no? Y las camisas…  
     -¡Ta que feas eran tus micas! 
    -¡Sí, horribles! Jajaja, quería pegarla de psicodélico y no pasaba de huachafo, jajaja. Pero me gustaba bailar, no como ahora que tengo que embalarme una de vodka primero. Y era mandado. Y feliz, hermano, más feliz que un zancudo picando a un muerto fresco. 
     -Oe, ¿y la hembrita, qué fue? 
    -No sé… le perdí el rastro. Qué huevada, ¿no? Tanta chamba, tanto feeling, tanta onda, tanto encantamiento y dos semanas después viene otro huevón y te quita la costilla… ¡Y ella no hace esfuerzo alguno de resistencia, hermano! Por último, de compasión hacia tu persona, ¿no? Le dice que sí y se esfuma de tu vida.  
     -Puta, compare, se han visto casos, ah? 
     -Si tú lo dices, por algo será… 
     -Fuera huevón! Jajaja. 
    -Bueno, si pues, es la vieja historia del mundo… Por eso prefiero estar sólo, brother; para malas compañías, el diablo. 
    -¡Buena compare, tons salú, pe! 
    -¡Seco y volteao! 

©LevAlbertoVidal/feb2016 

EL ESPEJO

      
No había necesidad -porque lo usaba muy corto-, pero ese día se peinó frente al gran espejo del baño. Raya al costado, gel, bien formalito. Años, muchos años sin hacerlo; unos veintitantos. Se sorprendió al realizar mentalmente las cuentas.  

Se miró de pies a cabeza. La camisa blanca, pantalón plomo y zapatos negros que vestía lo transportaron como por un túnel en el tiempo. Comenzaron a pasar imágenes suyas en el espejo, como si estuviese frente al televisor viendo una película. Se vio con uniforme escolar único, aquel que impusiera el gobierno militar en los años setenta para homogeneizar el look de los estudiantes y evitar la discriminación.  

Se vio niño, bajito, menudo. Su madre detrás de él, hacia su derecha, abrazándole el hombro izquierdo. Ella, joven, bonita, en bata de dormir y algo despeinada, se desvivía por él en esos años. Lo aconsejaba: manos, orejas y uñas bien limpias siempre, dientes impecables, no digas lisuras o te lavo la boca con lejía bien peinadito así, siempre, ¿entendiste? 

Se vio adolescente, melenudo, un poco musculoso gracias a los ejercicios con pesas que él y su vecino hacían para parecerles atractivos a las chicas del barrio. Ma le advertía: avisa si no vienes a dormir y juicio, hijo, mucho juicio, no me vengas con tu domingo siete, que era como se le decía entonces a los embarazos no deseados. 

Se vio joven, entrando a la adultez, vestido de impecable terno negro y camisa blanca, muy bien afeitado, una canosidad incipiente en el cabello aún un poco largo. Era el día de su matrimonio. Y sus padres detrás de él, frente al espejo del baño, forzando ambos la sonrisa para disimular su desacuerdo con la decisión de su hijo, aunque deseándole felicidades y que Dios lo acompañara en su nueva vida.

Se vio maduro, algo subido de peso, los cabellos ya cortos y canosos sobre las sienes; sin camisa, los pectorales mofletudos. Su ex esposa atrás de él, abrazándolo por la cintura, la cabeza ladeada hacia la derecha mirando al espejo por sobre el hombro de su esposo. Lo mimaba: estás gordito pero sigues rico, mientras le pellizcaba suavemente el rollito que descansaba sobre el elástico del calzoncillo y le besaba la espalda y apretaba contra ella su mejilla.  

Volvió en sí al escuchar que el conductor del telenoticiero anunciaba las siete y treinta de la mañana, hora de partir al trabajo. Terminó de alistarse rápidamente y salió. En cuanto caminaba hacia el paradero de ómnibus, rumiaba las imágenes del espejo. Se perdió en los recuerdos. Se perdió en la realidad. El fiscal ordenó el levantamiento de su cadáver dos horas después de perderse bajo las llantas de un ómnibus de transporte público a dos cuadras del mini departamento que recientemente había alquilado.  

El tránsito se caotizó. Las bocinas alertaron al vecindario que, curiosos, miraban desde las ventanas. Vecinos y conocidos del barrio se acercaron al cuerpo yacente en la pista, así como el canillita, el chino de la bodega, el eterno vendedor de emoliente apostado en el paradero, el trasnochador vigilante del casino y el propietario del chifa donde cenaba algunas noches. Unos se tomaban el rostro con ambas manos o se mordían el dedo índice flexionado; otros, se preguntaban ¿cómo pudo ocurrir esto? ¿es el señor nuevo del edificio, no?  Se corrió la voz como un chisme de peluquería. Embolsado y subido a la tolva de una camioneta por policías y efectivos del Serenazgo, fue conducido a la Morgue de Lima. El mismo hombre de prensa del telenoticiero matutino, en la edición del medio día, destacó, a pesar de la rudeza del accidente, la sonrisa indeleble del finado.  

©LevAlbertoVidal/junio2016