foto: LevAlberto
La tarde tan linda y repentinamente saliste de sabe
Dios dónde y corriste en pie de guerra hacia nosotros y la negra soltó mi mano
y se escondió tras mi espalda de sartén a fuego vivo… Frente a frente, te extendí la mano y me
permitiste una caricia desconfiada.
Así seguimos el camino los tres juntos, con algo de
disfuerzo de tu parte y cierta cautela mía; sin embargo, retozando ora en
el mar ora en la arena, espantando pelícanos, dejando huellas, volteando para
fotografiarlas antes que la ola las espume, sudando al sol sin
importarnos mañanas, llenándonos los pulmones de vida, inquietudes y ocio, tal como
debe vivirse cada día…
Y entonces la negra comenzó a digitar nuestra historia
en su celular y la negra ya no era la negra sino la gorda y la gorda ya no era
la gorda sino la flaca y la flaca ya no era la flaca sino la chata y la chata
ya no era la chata sino la bonita…
Mientras, tú y yo seguíamos retozando ora en el mar
ora en la arena, pateando olas y jugando a los viejos amigos, correteando
cangrejos estúpidos y dribleando una pelota imaginaria hecha de musgo, plumas,
viento y restos de comida…
Muerta la tarde, vivos los cansancios, otra caricia,
otro lamido, calabaza calabaza cada uno a su casa, allá se fue la bonita con su
chino que ya no era el chino sino el barbudo y el barbudo ya no era el barbudo sino
el viejo y el viejo ya no era el viejo sino el gringo y acullá me fui yo,
lengua afuera, meneando la cola peluda y mojada, sacudiéndome las pulgas y la
baba.
(c)LevAlberto/14set2015